Como no queremos repetirnos, pretendemos destacar aquí el exquisito trato que hemos recibido de sus gentes y su amabilidad que, a partir de ahora, nos hará sentir vergüenza ajena cuando oigamos a algún español referirse despectivamente a esta gente como moros.
Caótica y bulliciosa, impregnada de miles de olores pero limpia, sus gentes van y vienen por las callejuelas de la laberíntica medina en una frenética actividad un tanto inquietante para el turista.
Aprovechando al máximo los medios de transporte, la circulación por las calles consiste en ser el más hábil, teniendo cuidado de no ser atropellado por una bici, una moto o, incluso, por un burro.
La vuelta a África no sólo no nos ha saciado nuestra hambre, nos ha generado mucha más. Tenemos muy claro que Marruecos no tiene nada que ver con Tanzania, que Marrakech es una mínima parte de Marruecos y que lo que hemos vivido en esta maravillosa ciudad no es más que una partícula infinitesimal de la vida de la misma. Por mucho que queramos imbuirnos de sus culturas no dejamos de ser turistas ávidos de emociones y de anécdotas que contar a nuestro regreso. Pero seguro que algo queda.